La liebre ya estaba muerta
Esta vez tuve que subir al Metrobús porque el Doble Hoy No Circula dejó paralizado mi automóvil. Puntual, a la hora programada para la inauguración de una exposición de pintura en la Casa de Cultura San Rafael, en la colonia del mismo nombre en la Ciudad de México.
La verdad, nunca había pisado esa vieja casona que ahora funciona como casa de cultura. Cuando llegue había una conferencia académica, en lo que sería el patio. Se hablaba sobre la historia del ferrocarril en nuestro país.
Recorrí los dos niveles, sus salones de exposición que en el pasado sirvieron de habitaciones o dormitorios, un taller de pintura con la ventana abierta. En el pasillo de la parte superior, bancas de madera y ahí, sentado, escuchaba que la conferencia estaba por terminar.
Antiquísimo espacio de la Ciudad de México para fomentar el arte, con acceso gratuito.
Una treintena de visitantes, algunos niños.
Iba para ver la obra del pintor Octavio Moctezuma. Había tres expositores más, otros perfiles y otro arte.
A mi lo que me llevó a ese lugar era conocer lo que había hecho Octavio, lo que tituló “La fábula de la liebre y el perro”.
En particular su cuadro “Frederick Mosh le explica al perro la teoría del arte contemporáneo de Avelina Lésper”.
Y es que Avelina, especialista en el análisis, le ha pegado duro al arte contemporáneo en diversos espacios y medios. Le parece una farsa, porque en opinión de ella, carece de rigor, de inteligencia y es producto de la ocurrencia.
Eso, duele, ha dolido y hay adoloridos.
La respuesta vino con arte, con ironía, con arte contemporáneo, con una fábula plasmada en una pintura, en un dibujo, con los pinceles de Octavio inspirados en una fotografía del también artista Frederick Mosh que subió a las redes sociales, la imagen de la crítica de arte y el nombre del cuento corto atribuido al griego Esopo.
Esperé más de una hora a Octavio, llegó tarde.
La ceremonia de inauguración se llevó a cabo en su ausencia, se realizó como estaba previsto, con corte de listón.
Cuando vi que alguien puso sobre una mesa el botellón de diez litros de agua de jamaica, se me antojó por el calor. También mostró una botella de litro e informó que era mezcal.
Después de la inauguración y el recorrido por los salones de exposición, estaban listos los vasos de plástico con agua color rojo jamaica, desteñido. Se me hizo raro que el líquido hubiera perdido su tonalidad original. Tomé uno para atemperar el calor.
El agua había sido mezclada con mezcal para el brindis. No le faltó clientela. Yo, decliné la oferta al segundo sorbo y aguanté el calor, el sudor.
Por fin apareció Octavio Moctezuma para explicar su cuadro, había pintado a Frederick con el perro abrazado sobre su pecho, con una actitud como si le explicara la teoría del arte contemporáneo de Avelina Lésper, acorde con el nombre que le dio a la obra.
Me quedé con la impresión de que el pequeño canino, no se distingue la raza, estaba abrumado, no lo vi juguetón ni con movimiento de cola, di por hecho que miraba atento a su dueño.
En otro cuadro, un dibujo con un personaje que cargaba la liebre.
“La liebre está muerta”, me dijo Octavio.
En la fabula atribuida al griego Esopo, el perro de caza muerde a veces a su presa y a ratos la lame y besa.
La moraleja es que no debe de hacer las dos cosas, porque pierde coherencia y consistencia en sus principios.
Octavio y Frederick mezclaron la pintura y la literatura para enviar un mensaje con arte contemporáneo.