¿Se puede vivir sin el teatro?- es en esencia lo que había preguntado quien representaba a Segismundo.
La interrogante enmudeció a la asistencia, unos a otros se miraban, sin que nadie levantara la mano.
Cada segundo que pasaba acentuaba la congoja del protagonista, el silencio parecía fulminarlo, contenía la respiración.
Por fin, uno que dice ser contador de profesión, que pinta canas, pide la palabra, revela su historia, sucinta.
A los 19 años vio su primera obra de teatro y afirma que cambió su vida, aunque no entra en detalles pero que desde entonces le ha dedicado tiempo a disfrutar de este arte.
El actor suelta el aire y un “¡graaaaacias!”, sentido, que le devuelve el color a su rostro y la sonrisa.
“El insomnio de Segismundo (y el fin de la ensoñación)”, es el nombre de la obra del escritor y director Martín López Brie, una mezcla maestra de poesía, rap, protesta, sarcasmo, fantasía y realidad social, interpretada por Eduardo Castañeda y Sofía Beatriz López.
Lectura dramatizada, uno frente al otro, con su respectivo atril y propia luz, porque la del lugar no es suficiente para iluminar sus guiones. Por momentos pasean entre el público y lo hacen participar, le dan el papel de “Clarín”, la plebe, el sufrido pueblo, víctima del tirano.
La Pulquería de los Insurgentes, en su espacio adaptado para la expresión artística, es el escenario. En esta ocasión, para facilitar la interacción, se modificó la colocación de la sillería.
Al centro una larga mesa, las sillas a su alrededor, las periqueras pegadas a la pared. Una hilera de globos rojos colgados de una esquina a otra, porque también eran parte de la obra.
El público, en su mayoría, joven, mujeres y hombres, también gente adulta. Todos joviales, dispuestos a disfrutar, a reír, a reflexionar y aplaudir el trabajo de Sofía Beatriz y Eduardo.
Se podía comer y beber durante la obra, hasta contestar llamadas al celular. Lo último nadie lo hizo.
La obra empieza y subraya la falta de un teatro para quienes no comulgan con el oficialismo.
Después, la historia del reinado de Segismundo (Eduardo), el insomnio por el poder, las ilusiones de Rosaura (Sofía). Dicción impecable. La combinación de emociones y gesticulaciones, dramatizan. Hilvanan un mundo de ficción con la realidad, con una fineza que por momentos provoca risas. Rapean, Rosaura se pone la clásica gorra para cantar con ese estilo, algunos jóvenes mueven piernas o manos para seguir el ritmo.
Rosaura se encarga de tronar los globos en los que antes había escrito las ilusiones, los sueños de ella y la asistencia: un futuro mejor, un teatro…
Segismundo se embriaga con jugo de uva, sin perder los aires del poderoso.
En el fondo, en el núcleo de la obra, en sus tres actos, el reclamo de quienes exigen una realidad justa.
Insomnio de Segismundo
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