Cumpleañero presidenciable

Poder legislativo
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Aurelio Nuño Mayer había mantenido hasta cierto punto una presencia discreta, pero a raíz del descubrimiento de la casa de Manilalco de Luis Videgaray, que todavía despierta suspicacias y dudas sobre la forma en que fue adquirida, pasó a la primera fila de los presidenciables.

Quien se desempeña como jefe de la oficina de la presidencia de al República, cumple este lunes 38 años de vida.

Su misión inicial era mantenerse a distancia de los reflectores. Como parte del equipo mexiquense, dejarle todo el campo mediático a Videgaray. Seguir de cerca los avances de su compañero y amigo, monitorear en medios el reflejo de las acciones de la Secretaría de Hacienda.

Decaía el ánimo en algunos cuando se observaba que la representación de los pastes (las famosas y deliciosas empanadas hidalguenses) lograba mejores y más espacios mediáticos.

A pesar de ello, la estrategia se mantenía invariable, cuidar a Videgaray, arroparlo, alentarlo para que no se despegara del puntero y, de ser posible, colocarse a la cabeza. La carrera por la sucesión arranca justo cuando empieza el nuevo sexenio, así que ya se corrió un poco más del primer tercio. Todo iba bien hasta que se descubrió la morada de Malinalco.

Hubo necesidad de llevar a la pista a otro de los personajes del primer círculo mexiquense, lo que de ninguna manera significa que se pretenda excluir o retirar de la competencia a Videgaray. Faltan todavía dos tercios y el titular de Hacienda pudiera recuperarse del golpe inmobiliario. También no hay que perder de vista que la cabeza del grupo Hidalgo entró en un terreno pantanoso a partir de los episodios de Michoacán, Ayotzinapa y Tlatlaya; se desdibujó el manejo político.

En caso de que Videgaray no pueda remontar el ruido que le ocasiona la adquisición de su casa, ahí estará Aurelio. Es lo que explica que haya sido el orador en diciembre pasado en la ceremonia conmemorativa de la muerte del general José María Morelos y que en la reunión privada con Barack Obama en Washington, solo él haya acompañado al presidente Enrique Peña Nieto.

Es cierto que el horno no está para bollos como decía mi abuela cuando la tranquilidad casera pendía de un hilo, pero tampoco es para encerrarse, deprimirse y ponerse a llorar. Además, no todos los días se cumple años. Y es el turno de Aurelio Nuño.

Es licenciado en ciencias políticas por la Universidad Iberoamericana y tiene la maestría de estudios latinoamericanos por la Universidad de Oxford. En la mayoría de los cargos públicos que ha ocupado su papel ha sido de estratega y asesor. No hay duda de su cercanía con el actual mandatario.

Seguro que no se hará una gran fiesta ni se lanzarán al aire juegos pirotécnicos por su cumpleaños; hay conciencia de la situación que vive el país, de los pendientes económicos, sociales y de justicia.

En ese contexto, de recato y moderación, el pastel con una vela en forma de pino no se le puede negar a Nuño.

Arturo Zárate Vite

 

 

Maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Titulado con mención honorífica.

Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal.

Más de cuatro décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político.

Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio.

Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.