Hay que reconocer que el diputado Porfirio Muñoz Ledo tiene el nivel de estadista. Se ha ganado a pulso llegar a este estatus, aunque como no es monedita de oro y en ocasiones no se tolera la inteligencia, hay quienes lo rechazan y reprueban en automático.
Lo conozco desde hace más de 20 años. Con honestidad debo admitir que como periodista he disfrutado su sabiduría política, su capacidad para argumentar y defender sus puntos de vista en tribuna.
Me tocó vivir de cerca su etapa de senador. Todas las veces que intervenía en los debates, había que ponerle atención. Sus mismos adversarios no perdían detalle de sus palabras.
Lo dejaban ser en tribuna, hablar lo que quisiera.
Porfirio, solo, ponía en jaque a la mayoría priísta. Ganaba la discusión, con su oratoria, con su discurso, con su inteligencia. Lo que nunca pudo vencer fue el voto de la mayoría.
Seguramente, en ese tiempo, en esos episodios legislativos, cuando la oposición en el Senado se contaba con los dedos, la mayoría para sus adentros aceptaba que la razón estaba del lado de Muñoz Ledo, nada más que a la hora de votar, le negaba la victoria.
No recuerdo que alguna vez haya ganado la votación.
O sea que Porfirio tuvo que aguantar que siempre le aplicaran el voto de la mayoría. Terminaba por resignarse, pero jamás a expresar en tribuna sus razones, la claridad y verdad de su pensamiento.
A pesar del paso de los años, el natural desgaste físico de la vida que vuelve lento el desplazamiento, su energía mental sigue intacta.
Por supuesto que como todo humano tiene errores y hasta expresiones que recuerdan la celebración del 10 de mayo, pero al final de cualquier debate, prevalece su razonamiento.
Por es celebro que se haya comportado como estadista al renunciar a buscar prolongar su permanencia en la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados.
La tentación del poder generalmente no tiene límite. No todos están hechos de la misma madera ni actúan igual.
Sin duda, Porfirio Muñoz Ledo pasara a la historia como estadista, reconocido por propios y extraños.
La decisión tomada, aleccionadora para quienes pierden la cabeza por un cargo, contribuye y merece que su trayectoria sea coronada con la entrega de la medalla Belisario Domínguez.
Porfirio el estadista
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