Los gatitos se pasean como reyes en el Palacio Legislativo de San Lázaro, sin que nadie los moleste. Son mimados por empleados que les dan de comer, alimentos que compran con recursos de su propio bolsillo.
No son gatos de Angora, de los que cuestan de cuatro mil a 20 mil pesos, sino callejeros, que llegaron al recinto parlamentario por azares del destino, en busca de comida y un lugar donde pernoctar, sin que nadie los espante, aviente agua o eche a los perros.
¿Y en qué benefician a la Cámara de Diputados?
Han acabado con ratas y con cualquier otra alimaña con la que se topan en su camino.
Responden a su instinto natural, son felinos, cazadores. Por su origen callejero, sin dueño, acostumbrados a ganarse la vida con sus propias uñas y dientes; no son amigables. Aceptan que les pongan comida y agua en recipientes, sin permitir caricias y mucho menos que los carguen.
Siempre hay excepciones: gata bautizada en un principio como “La negra” por el color de su pelo.
Doña Sandra Barrera, empleada desde hace más de 30 años en la Cámara de Diputados, se encariñó con la felina. Le daba trato especial y el animal le respondió de la misma manera, accesible, amistoso. Atendía el llamado de la señora y se dejaba apapachar.
Casi llora Doña Sandra al recordarla, porque ya no está dentro de su entorno laboral. Durante la pandemia, ella dejó de asistir al recinto parlamentario y la gata se fue de su área.
La gata encontró nuevos amigos, que, al verla desolada, buscaron conquistarla y lo consiguieron.
Como parte de los servicios de emergencia de la Cámara de Diputados, del Palacio Legislativo de San Lázaro, los bomberos se mantuvieron en su lugar, a pesar del Covid 19.
En un recinto con escaso movimiento humano, pronto descubrieron a la gata y empezaron a cortejarla. Los vulcanos, como llaman a los bomberos en el palacio de San Lázaro, instalaron recipientes de comida y agua en su oficina. La gata, “La Negra”, accedió y se convirtió en la reina de ese sitio.
Los bomberos la rebautizaron con el nombre de “Botas” y están encantados con su mascota felina, que ya no quiere regresar con su antigua cuidadora.
Doña Sandra Barrera, para nada esconde su amor por los gatos y gatas. Trae en su cuello un dije en forma de gato, de color negro, que presume. También se ha comprado aretes y otros accesorios con figura felina.
Ella tiene en su casa seis gatos y en el Palacio Legislativo de San Lázaro hay un promedio de 80 gatos callejeros que deambulan en jardines, plazas y estacionamientos del recinto. La población gatuna se controla a través de la esterilización. Los mismos empleados, alrededor de treinta, pagan veterinario para que los atienda y sane cuando alguno o alguna se lastima.
La labor humanitaria con los gatos la empezó María Antonieta Pérez, quien ya dejó de ser empleada de la cámara.
Son los gatitos del palacio legislativo.
Los gatitos del Palacio Legislativo de San Lázaro
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode