Guste o no, Donald Trump está en la disputa por la presidencia del país más poderoso del planeta.
Contra lo que se pudiera suponer, no es un improvisado en la política. Como empresario, lo mismo ha financiado a candidatos republicanos que a demócratas.
Es un personaje que sabe de medios, que conoce la política y los políticos de su país y, a estas alturas, no hay duda de su capacidad para difundir su imagen, buena, regular o mala.
En ninguna parte del mundo existe el político que tenga una imagen cien por ciento limpia.
Quienes se dedican a la competencia por el poder, saben que las imputaciones pueden ser ciertas, medias verdades, falsas o inventadas. Denigrar al adversario es una de las especialidades del político, sin importar en que parte del planeta viva. Rancia práctica.
Trump ha sido blanco de críticas por sus declaraciones contra los migrantes, los mexicanos y su idea de levantar un muro en la frontera de México y los Estados Unidos.
Es la estrategia que encontró para llamar la atención y lo ha conseguido. Se volvió popular y su presencia en los medios lo llevó a convertirse en candidato de los republicanos, sin ninguna dificultad. No fue una ocurrencia sino producto de un previo estudio de sus posibilidades para ganar la candidatura.
Su idea de meterse de lleno a la política no es nueva, la traía desde hace varios años. Decidió hacerlo porque las condiciones le son favorables y los resultados están a la vista.
Rompió el molde tradicional del político norteamericano.
Ha sido un competidor de avanzada, ofensivo, ataca antes de que lo ataquen. Pudiera ajustar su discurso y matizar su beligerancia verbal en la batalla entre candidatos, una vez que tenga la certeza de quién va a representar a los demócratas.
Donald Trump es economista, próspero empresario, vive su mejor momento. En el mundo se comenta lo que hace y dice. Es hijo de inversionistas inmobiliarios. Hizo su propia fortuna. En los noventas, quebró comercialmente. Logró recuperarse en la década siguiente. De acuerdo con la revista Business Insider, en el 2014 su patrimonio sumaba 8 mil 700 millones de dólares.
Incluso, derivado de esa experiencia, de la caída y el levantamiento, escribió el libro “El arte de volver”.
Después, con su amigo Robert Kiyosaki, escribió el texto “¿Por qué queremos que seas rico?”.
Por ser de un partido distinto y poner entredicho la nacionalidad de Barack Obama, por supuesto que no tiene la más mínima simpatía de quienes gobiernan los Estados Unidos.
Si va a llegar o no a la Casa Blanca, depende exclusivamente de los norteamericanos.
Sería un error desestimarlo solo por sus declaraciones, propias de una campaña que trata de sacudir y atraer al electorado.
No hay que perder de vista que él da la cara, pero atrás cuenta con un equipo adinerado e inteligente.
¿Trump a la Casa Blanca?
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