Si viene o no a México Hillary Clinton, la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, antes de las elecciones en el próximo mes de noviembre, sólo ella y su equipo cercano lo saben.
Las posibilidades de que lo haga se han reducido, después de la visita del republicano Donald Trump, porque por donde quiera que se le vea, es un hecho que se le anticipó en el viaje.
Trump debe darse por satisfecho con los resultados de su estrategia, ya tiene imagen de su encuentro con el presidente mexicano y declaraciones que no modificaron en nada su idea de levantar un muro en la frontera. Tampoco, por lo que se vio, consideró ofrecer disculpas por los insultos que ha lanzado contra los mexicanos.
El republicano hizo su juego y le resultó, por lo menos mediáticamente; nadie creería que logró simpatías mexicanas. Han sido y son muchas las voces que reprueban sus opiniones.
Demostró decisión, para nada se atemorizó o dudó en llegar a una ciudad y país donde no es querido; aterrizó en su avión, se trasladó en helicóptero a Los Pinos, platicó en privado con el presidente Enrique Peña, participó en una conferencia conjunta y se fue.
Por supuesto que el desplante de Trump no pasó desapercibido para Hillary y aprovechó para exhibir la actitud impositiva de su adversario con los vecinos, al pretender hacerles pagar la construcción de un muro, en caso de que sea el ganador de la elección en los Estados Unidos.
En esa lógica es válido suponer que Hillary ha modificado su itinerario y quitado la etiqueta de prioridad a su viaje a México, si es que la tenía. Al final es un asunto que ella tendrá que resolver y puede variar su interés si las circunstancias de su campaña llegan a requerir esa visita.
Tiene buen número de simpatizantes en suelo mexicano, por la flexibilidad de la política de su partido hacia los migrantes y que ella no planea construir un muro. Es una posición que le puede sumar el apoyo de la gente de origen latino con derecho a voto.
La verdad, no percibo obligada la visita de Hillary antes de las elecciones, pero más vale que no se confíe y no la descarte, sobre todo si la competencia electoral en su país se cierra. Habrá que estar pendiente de la evolución de su campaña y el resultado de las encuestas estadounidenses.
Para ella sería extraordinario una imagen en la que la gente saliera a la calle para recibirla y aclamarla, cosa que nunca hubiera ocurrido con Trump. Es un escenario para evaluarse.
Y por supuesto, nadie en el gobierno mexicano pondría objeción a la visita de Hillary, ni en la llamada izquierda, ni en la derecha, ni en la sociedad. Empresarios, clérigos y académicos estarían conformes, en términos generales, con algunos matices, porque la unanimidad en las democracias es una especie en extinción. Hasta el popular y adorado Juan Gabriel tiene su Nicolás Alvarado Vale.
Definitivamente, es más probable que Hillary viaje a México después de las elecciones, siempre y cuando gane, que antes del próximo 8 de noviembre.
¿Viene Hillary?
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