La historia que te cuento tiene que ver con manifestaciones inesperadas de dos personajes. Quizás explicables en un mundo donde los valores se han alterado. Expresiones que no deberían ocurrir, provocadas por comportamientos, escenarios y ambientes que rompen la estabilidad social y el concepto de justicia.
Son hechos que parecieran no tener trascendencia, que no van más allá del tache, consecuencia de convulsiones que afectan a la colectividad, de acciones emprendidas para darle calidad de vida a la colectividad, pero que no alcanzan el objetivo.
Del primer personaje no te voy a dar su nombre, porque el mensaje fue privado y para sus amigos a través de Facebook. Se trata de un pintor, dedicado toda su vida al arte. Acto secuela de crisis económica.
“Estaré regalando dibujos originales firmados a quienes nos donen una botella de vino para la exposición”.
No se trata de menospreciar al vino, sino subrayar la oferta propuesta para canjearlo por una obra de arte. Vino por arte. Es que el artista no cuenta con “cash”, como diría un ex presidente mexicano, para pagar la bebida que se ofrecería como cortesía, una vez inaugurada la exposición pictórica. Tampoco, evidente, tiene una tarjeta de plástico para adquirirlo a crédito.
El artista obligado a degradarse para entregar sus dibujos originales, firmados, por vino. Esto no puede ser normal. La confirmación de que le falta promoción y apoyo a la cultura. Testimonio de que el artista, anónimo por las razones que ya te explique, tiene apuros económicos, víctima de la crisis.
¿Será su culpa o de aquellos que siguen sin encontrar la fórmula que haga justo el reparto de la riqueza, en México y en el mundo? El artista empeñado en vivir de su arte. Ojalá el día de mañana no tenga que ofrecer lo mismo por una torta o una comida.
El otro episodio seguro ya lo conoces, porque la propia protagonista lo hizo público, Guadalupe Loaeza. Lo difundió en su tuiter. Cuando vi el video, no lo podía creer, sobre todo por el prestigio de la escritora, refinada, cuidadosa, culta, delicada, mujer, bella, valiente, sensible.
Por un momento pensé en retuitearlo. Pronto desistí. Era apología de la violencia lo que para la escritora, supongo, creía divertido y justo en ese momento, darle de puñaladas a la piñata del presidente de la nación más poderosa. Por fortuna, Guadalupe Loeaza reaccionó y rectificó. Se disculpó.
Se había dejado llevar por un ambiente de intolerancia, espontánea reacción ante la voz complaciente de Donald Trump hacia prácticas racistas. Sin embargo, se había equivocado la escritora. Aunque sus puñaladas fueran contra una piñata, tenían tinte desagradable.
Dos episodios, uno, impacto de la crisis económica; el otro, producto de animadversión e impotencia que permea en la sociedad al ver excesos en conductas públicas.
Apenas botones de muestra que carcomen virtudes, valores humanos. Incidentes de la vida cotidiana, resultado de los desvaríos que sufre el mundo.
Pintor, vino y Loaeza
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