Estamos ante un nuevo fenómeno político. El uso de la mentira antes, durante y después de las elecciones. Se ha vuelto una práctica de partidos y dirigentes.
Ahora también se compite por ver quien dice la mejor mentira con tal de salirse con la suya o tratar de imponer su “verdad” en la opinión pública y en la sociedad.
Pareciera que aplican las frases “una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad”, más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil” o “difama que algo queda”. lo hacen inspirados en la filosofía de Joseph Goebbels, quien como ministro de propaganda de Adolf Hitler hizo de la mentira una estrategia de gobierno.
¿Hasta dónde se quiere llegar?
Los ánimos se han ido calentando, el tono de las agresiones verbales pasa de ofensivo maternal, cruza por intimidatorio y llega hasta la amenaza de exterminio.
Obviamente los líderes cuidan su lenguaje y presumen una conducta dentro del marco legal, pero sus seguidores no tienen medida en el uso de calificativos e inundan las redes sociales con expresiones que distan de reflejar una cultura universitaria.
Llevan a cabo marchas, bloquean accesos a instituciones públicas y empresas privadas, que en su opinión, no encajan en sus planes de impedir el arribo a Los Pinos de quien obtuvo el mayor número de votos el 1 de julio.
La diferencia de votos entre el primero y segundo lugar rebasa los tres millones de votos. Las pruebas que se han presentando sobre presuntas irregularidades serían insuficientes para invalidar la elección y lo saben los impugnadores. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación va a declarar presidente electo al ganador.
En ese escenario se asoma un intento de quienes no aceptan su derrota de imponer una voluntad al precio que sea, porque creen que sus mentiras ya surtieron el efecto Goebbels.
Sin embargo, no deben olvidar que en 1994 hubo un encapuchado que supuso que todo el pueblo lo iba a seguir y se estrelló con una sociedad pacifista, que efectivamente quiere justicia, acabar con la corrupción y un mejor reparto de la riqueza pero no a través de acciones que rebasan la línea de la ley.
El cambio encabezado por el que haya obtenido más votos no por el que diga más mentiras.
La mentira
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