La soberbia de la política

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Una historia real de política, cuando se desestima al adversario y peor si es de la familia. Cuando se pierde el piso y el personaje se cree invencible, que se le hace imposible sentarse en la misma mesa con alguien que desde su punto de vista no está a su nivel.

Es una práctica de los inexpertos políticos, lo hacen en el caso de los medios de comunicación. Discriminan. Se sienten figuras y por lo tanto cierran su puerta a medios que consideran sin importancia. Nada más aceptan entrevistas con quienes juzgan encumbrados.

Me ha tocado verlo, constatarlo, personajes que al empezar su carrera accedían a todas las entrevistas, pero que una vez instalados en la cima, se olvidan de mirar hacia abajo.

Les gana la soberbia.

Lo que te voy a contar no está estrictamente relacionado con los medios de comunicación sino con los hermanos de sangre de los políticos, a propósito de lo que ahora sucede con Andrés Manuel López Obrador y su hermano de madre y padre, Arturo López Obrador.

No es el primer caso con estas características, es usual en la competencia, intentar dividir a la familia.

Sucedió con Fernando Ortiz Arana, quien nunca logró su sueño de ser gobernador de su estado, Querétaro.

La primera vez que hizo planes para participar en el proceso estatal, Carlos Salinas lo hizo cambiar de opinión. Lo invitó a quedarse en la ahora Ciudad de México. Se convirtió en líder de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en coordinador de los diputados de su partido, coordinador de los senadores de su partido y dirigente nacional del PRI. También fue promovido por sus colaboradores para aspirar a la candidatura presidencial.

Dos veces compitió por la gubernatura y las dos veces perdió. Desde la primera ocasión su imagen se desdibujó, perdió fuerza por las diferencias con su hermano. Su hermano José, el mayor, sintió que tenía derecho a su propia proyección y se dejó convencer para participar en la “oposición”.

Fernando  no le dio la importancia que ameritaba el tema familiar, no buscó a su hermano con el empeño que se requería para recobrar la unidad, para dialogar y llegar al entendimiento. Dio por hecho que su exitosa trayectoria en la Ciudad de México sería suficiente. Se equivocó. Para su segunda participación en Querétaro, el daño ya estaba hecho.

Cuando fue coordinador de los diputados priístas, con tal de avanzar en la negociación, no dudó en ir hasta la oficina de la misma Rosalbina Garabito. Entonces ella era del ala dura de los perredistas. A Fernando no le importó subir tres pisos y caminar hasta el final del pasillo para llegar al reducido espacio que ocupaba la diputada. Hubo acuerdos y mejoró la relación entre mayorías y minorías en el recinto de San Lázaro.

Con su hermano José, no habló.

El caso de Andrés Manuel López Obrador no es igual pero se parece por el lazo familiar. Andrés Manuel, en vez de buscar a su hermano Arturo para superar diferencias, optó por descalificarlo, por llamarlo traidor. La soberbia del primero no es una novedad.

Se subió al ring mediático, cayó en el juego de los que quieren minar sus aspiraciones. Se sintió patriarca, intachable. Y ese distanciamiento le puede pesar en el 2018. Todo por no bajar del cielo para dialogar con los mortales.

Arturo Zárate Vite

 

 

Maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Titulado con mención honorífica.

Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal.

Más de cuatro décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político.

Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio.

Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.