A raíz de la resolución que emitió el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sobre la elección de gobernador en Aguascalientes, no se puede ni debe olvidar la influencia que ha tenido el clero en los procesos electorales en México, tampoco perder de vista la participación que tendría en la elección presidencial del 2018.
Es inobjetable que ministros de culto religioso han intervenido en los comicios, con mensajes subliminales o al echar mano de la semiótica, del uso de signos, para influir en el ánimo de la sociedad.
Te cuento que en mi vida de periodista, más de un aspirante a gobierno estatal llegó a decirme que era obligado hacer escala en la oficina del obispo de su respectiva entidad, por el reconocimiento que existía y existe, del poder que ejercen sobre la feligresía. En un principio, los encuentros eran secretos; después, con el reconocimiento oficial de las iglesias, públicos. Ya nadie se espanta ni perturba, explicables en la apertura y pluralidad, nacional e internacional.
Por eso en lo de Aguascalientes no sorprende que el obispo José María de la Torre Martín haya elaborado una carta pastoral para apoyar al candidato más identificado con los valores de la iglesia.
Es cierto, en ningún momento dio nombres ni exhibió los colores de partido alguno; no era necesario, suficiente con recordar que la iglesia no avala ni el aborto ni los matrimonios del mismo sexo. Mensaje subliminal y semiótico. Es obvio y del dominio público que fuerza política tiene esos criterios. La pastoral del obispo fue difundida en todos los templos de Aguascalientes, en un estado donde, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más del 90 % de la población profesa la religión católica.
Para la mayoría de los magistrados de la sala superior del tribunal, que resolvieron el caso de Aguascalientes el pasado 19 de octubre, ni el comportamiento del obispo ni de los sacerdotes fue determinante en el resultado, por lo tanto validaron el triunfo del panista Martín Orozco. Admitieron que el clero participó en el proceso, imposible de negarlo o ignorarlo, pero que no hizo proselitismo porque no mencionó el nombre del candidato ni del partido.
Sin embargo, estaban implícitos en el mensaje.
Fue violada la ley suprema, vulnerado el principio histórico de separación Iglesia-Estado que consagra el artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Para el 2018 se avecina una de las competencias políticas más cerradas y disputadas en la historia de México. Los partidos van a procurar desacreditar a sus adversarios con todo lo que tengan a su alcance.
Ante la posibilidad de que la diferencia entre el primero y segundo lugar sea mínima, la influencia del clero puede ser determinante.
Los ministros de culto religioso van a votar, la ley se los permite, y buscar que los fieles lo hagan en el mismo sentido que ellos. En el pasado, han apoyado al PRI o al PAN, según las circunstancias.
Por lo menos hasta ahora, existe la percepción de que traen los ojos azules, inconformes con la iniciativa del grupo en el poder que propuso los matrimonios del mismo sexo, aunque los priístas, al ver el impacto, decidieron mandarla a la congeladora legislativa.
El clero y el 2018
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