Nunca como esta vez los debates en la competencia electoral de los Estados Unidos alcanzaron impresionante nivel de audiencia en México. Despertaron interés inusual por el tono y lo dicho por los competidores, por las expresiones a favor y en contra de los mexicanos.
A su manera, de acuerdo a sus capacidades, los candidatos defendieron su posición, dieron elementos para hacer una mejor evaluación de lo que piensan y quieren hacer en materia de migración, en comercio.
Cada uno de los que vieron los debates sacaron sus propias conclusiones, sin manipulación alguna, lo que ayuda a los ciudadanos a emitir un voto razonado en las urnas.
Son debates que contrastan, por mucho, con los que organizan en México, acartonados y la mayoría de ellos aburridos, repetitivos de lemas de campaña de los candidatos. Muy lejos de cuestionar a los aspirantes sobre sus postulados, para exhibir sus verdades o mentiras.
La principal causa de que esto suceda es la ley, hecha por los mismos partidos, al plantear la participación de todos los candidatos registrados ante el Instituto Nacional Electoral (INE), salvo la de aquellos, como ha ocurrido con algunos, que por “estrategia” rechazan hacerlo.
En esas condiciones, por el número de participantes, en televisión es complicado valorarlos.
Puede repetirse la historia en el 2018 si los partidos deciden mantener ese mismo formato.
Si en el 2018 hay cinco o más candidatos (recuerda que es muy probable la inscripción de independientes), los debates no dejarán de ser una mera exposición de ideas, que en poco o nada contribuyen a que la sociedad contraste sus posicionamientos y mucho menos sus reacciones, porque como debes saber, también hay reglas sobre las tomas de televisión, que impide ver la gesticulación de los protagonistas ante lo que se dice.
Por eso es una necesidad que el INE y los partidos hagan una revisión de los formatos, para que los debates sean realmente debates y motiven al electorado a verlos y a votar, para que aporten más elementos de análisis al discutir temas neurálgicos y trascedentes para el país.
En los Estados Unidos se registraron más de dos candidatos y no hay queja de nadie de que los debates fueron antidemocráticos e inequitativos, porque no tomaron en cuenta a los otros aspirantes de muy escasa presencia en el ánimo de los que van a votar.
La gente quiere ver debatir a los que más posibilidades tienen de llegar a la presidencia en México. Ojalá que el INE y los partidos encuentren un mejor formato para el 2018.
En este aspecto hay mucho que aprenderle a los vecinos del norte, donde los debates radiografían o escanean a los candidatos.
Debate presidencial en México
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