Desde la infancia he sido partidario del equipo de futbol Cruz Azul en el torneo mexicano. Herencia de mi padre, era seguidor de los cementeros e influyó para que hiciera lo mismo.
Recuerdo que era apasionado, disfrutaba o hacía corajes, dependiendo del resultado, de la actuación de los jugadores y del arbitro. Las derrotas le causaban desánimo, pero pronto venía la recuperación y ansiaba que en la siguiente semana la situación fuera diferente. La verdad, vivió más momentos gratos que ingratos. Festejó varios campeonatos de liga.
Como sucede en las campañas políticas, previo a las elecciones, cuando los candidatos ofrecen una nueva realidad, siembran esperanza e ilusiones, en el futbol, sobre todo los llamados equipos “grandes”, con más recursos, hacen lo propio con sus aficionados.
Hablan de contrataciones, refuerzos estelares, una fisonomía distinta, estreno de entrenador, dan vuelta a la página de los fracasos recientes y miran hacia delante. La afición regresa al estadio en un acto de fe para apoyar a su equipo, porque garantía de buen futbol y entrega de los jugadores, no la hay.
Vivo a tres cuadras del Estadio azul. Otra de las motivaciones para seguir con la tradición familiar, no tengo que gastar en gasolina ni utilizar transporte para llegar a ese escenario. En esas condiciones, resulta cómodo caminar para ir a ver un partido y sentarse en las gradas azules.
La última vez que pagué un boleto por ver al Cruz Azul, César Delgado “El Chelito”, era parte del equipo. Me gustó el futbol de este jugador argentino, su estilo para correr con el balón, burlar al adversario y disparar a la portería. Lo único salvable. Después de esa etapa, resolví no volver al estadio en tanto siguiera el equipo en picada, con triunfos fortuitos y desatinos en los últimos minutos del juego.
No por nada sus detractores han inventado el término “cruzazulear”, propio para el que no tiene capacidad de mantener un buen nivel y mucho menos la ventaja en los partidos, además de la inconsistencia en la tabla de posiciones. Tan mal ha sido su historia reciente que está en la lista de los que pueden descender de la primera división o ligar mayor.
Ha empezado con un triunfo el nuevo torneo, venció por la mínima diferencia de un gol al Necaxa. Nada extraordinario ni indicios de que vaya a retomar el camino de sus mejores épocas.
El que Cruz Azul volviera a fracasar en el peor de los casos tendría la consecuencia del descenso deportivo, pérdidas económicas para el dueño y devaluación en la cotización de sus jugadores.
Yo seguiría sin ir al estadio.
En cambio, para las elecciones del 2018, si la sociedad se equivoca a la hora de emitir su voto, las consecuencias serían para el país y todos sus habitantes. Por eso, a diferencia del futbol en que se valen los actos de fe, en la competencia política, la realidad exige evaluar lo que se dice en las campañas y conocer a fondo a los candidatos.
Cruz Azul y las campañas
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