Prácticamente la normatividad para las candidaturas independientes se ha vuelto letra muerta, cada vez son menos los que quieren competir por su cuenta y en condiciones desventajosas ante las nominaciones o postulaciones que hacen los partidos.
No hay ninguna candidatura independiente que esté buscando la gubernatura en alguno de los 15 estados que el seis de junio deberán de renovar el titular del poder ejecutivo. Y si hubiera alguna, para los medios de comunicaciones no ha existido.
Caso similar es el de las candidaturas independientes para la Cámara de Diputados. Si las hay, sobran dedos de las manos para contarlas. Tampoco es tema mediático. Esta forma de competencia a nadie parece importar, por la serie de requisitos que se deben cumplir. Es mucho más fácil participar a través de un partido que hacerlo en lo individual, estresado en recabar firmas o apoyos en un plazo determinado.
Eso sí, sujeto a todas las verificaciones y fiscalizaciones de los organismos electorales.
Algo tendrán que hacer los legisladores para que esta forma de participación no termine en el bote de basura.
Ni siquiera el Instituto Nacional Electoral (INE) se ha esmerado en hacer una amplia difusión de la convocatoria, la invitación para que ciudadanos o ciudadanas participen mediante dicho mecanismo que establece la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales.
Hay 20 páginas en la ley dedicadas a las candidaturas independientes que seguramente deben de abrumar a los aspirantes. Después de leerlas y ver los requisitos que exigen, es probable que hasta piensen que es preferible intentar la construcción de un partido.
En esas condiciones, cuando la competencia se ha concentrado en dos alianzas de partidos, conocidos de pies a cabeza, sus fortalezas y debilidades, la sociedad ve reducida sus opciones: más de lo mismo o más de lo mismo. Es un hecho, está a la vista, que las actuales organizaciones con registro, no se han esmerado por renovar sus cuadros.
Los partidos de reciente registro, tampoco han conseguido ser la gran alternativa. Están ocupados y preocupados por alcanzar el tres por ciento de la votación total emitida, para no quedar fuera del presupuesto.
Se suponía que los independientes podrían ser la opción. El detalle es que no hay independientes y las reglas no están hechas para que proliferen. Por el contrario, pareciera que fueron elaboradas por los partidos para desalentar ese tipo de participación.
Si progresa la idea legislativa de llevar a cabo una nueva reforma electoral, el “Libro Séptimo” de la ley también tendría que ser revisado. Encontrar el mecanismo que destrabe el surgimiento de candidaturas independientes. La sociedad tiene derecho a esta opción cuando de plano no le convence ninguna oferta partidista.
Habría que empezar por el artículo 371 de la ley electoral federal que especifica el porcentaje de firmas que se deben recabar para poder aspirar a una candidatura independiente.
En las legislaturas de los estados es evidente que también es una tarea que se ha desatendido y requiere ser revisada.
¿Y los candidatos independientes?
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