-Bety ya está libre -dijo Diana Garay Viñas en la enésima presentación de su premiado documental Mi amiga Bety.
La noticia golpeó como un rayo y destensó rostros después de ver el drama de la película que describe y relata la historia de una mujer que pasó 10 años un mes en prisión.
-Fue absuelta, ganó el amparo.
-¿Platicaste con ella?
-Me habló por teléfono.
-¿Qué te comentó?
-Está adaptándose, vive en Iztapalapa con una señora que vende café y conoció en la cárcel. Me habló por su celular.
Diana no dio más detalles de esa conversación con la que ha sido su amiga desde la escuela primaria. Está convencida que su documental contribuyó a que se revisara su caso y fuera liberada.
Bety, una mujer de clase media, que estudió en instituciones privadas, única hija, fue acusada de dar muerte a su madre. Sentenciada a 30 años de cárcel, víctima de un proceso que evidenció irregularidades, basado en supuestas contradicciones en sus declaraciones y dichos de testigos de oídas.
De hija consentida y mimada, con todas sus necesidades elementales satisfechas, pasó a vivir la pesadilla como reclusa en el penal de Santa Martha Acatitla de la ciudad de México, abandonada por su familia, por su novio que desapareció el mismo día que la detuvieron. Los investigadores armaron la historia de que ella asfixió con una cuerda a su progenitora.
El drama, como está contado en el documental, te deja sin saliva la boca.
Decidí verlo porque se programó para ser exhibido en un bar, en un expendio de licores en la colonia Roma.
¿En un bar?
Sí, ahí.
Conocía la historia y no imaginaba como alguien podía beber una cerveza, un pulque u otro etílico y ver esa película.
Había por lo menos un veintena de jóvenes, en un espacio del inmueble acondicionado para ese propósito, para actividades culturales, porque también realizan presentación de libros y muestras pictóricas. Raro pero en estos tiempos todo puede ser y pasar, nada es sorpresivo.
Fueron no más de cinco muchachos los que se tomaron una cerveza durante la película. No más. La historia te atrapa desde el primer momento que no te suelta ni para ir al baño.
La boca termina seca y más por el vaso con palomitas que distribuyeron al principio del filme.
Definitivamente no era una película “palomera” como les dicen ahora a las que tienen como único fin el entretenimiento.
Mi amiga Bety, dirigida por Diana Garay, deja huella.
Carlos Martínez Rentería, coordinador de este tipo de eventos, no superó la depresión ni con la noticia de que Bety ya está libre.
-Estoy deprimido- me confesó.
Los demás cinéfilos los vi tranquilos. Respiraban y dejaban atrás la tensión. Relajaban rostros, sin llegar a la sonrisa. Tampoco los entusiasmó mucho el anuncio de que seguiría música para bailar. La verdad, salir de ese trance no es sencillo.
¿Qué estará haciendo Bety?- me pregunté.
Tal vez, por la hora, ya haya conciliado el sueño- supuse.
-Si estuviera aquí, le invitaría una cerveza –alcancé a escuchar a una mujer.
Lo seguro es que a Bety nadie le va a reponer los 10 años 1 mes que pasó tras las rejas.
¡Bety está libre!
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