El mismo Andrés Manuel López Obrador contó la anécdota, lo que le sucedió cuando ya iba en su automóvil camino al recinto legislativo de San Lázaro, a la ceremonia de toma de protesta como nuevo presidente de México. El comentario de un joven ciclista.
Contó que el muchacho se le emparejó para saludarlo y decirle “no tienes derecho a fallar”.
La expresión impactó a López Obrador. Lo hizo reflexionar y llevarla a la tribuna del Congreso de la Unión. Frase corta pero con un contenido que encierra la esperanza de millones de mexicanos. Sería demoledor por las condiciones en que se encuentra el país que hubiera otra decepción y fracaso. El mandatario entrante ha descrito y explicado con todo detalle la gravedad de los problemas, el deterioro causado y aprovechado por grupos de poder en sexenios anteriores, a los que ha decidido perdonar.
“No tienes derecho a fallar” es una frase que no solo debería aplicar para el actual presidente. También para los que ya se han ido. No tenían derecho a fallar y fallaron, a México. No lograron, no quisieron o no pudieron esos gobiernos darle una mejor vida a la mayoría, por el contrario, empeoraron la crisis económica de familias, minaron aspiraciones legítimas, básicas, fundamentales, a la salud, a la educación, a la seguridad. Por eso hartaron esas fuerzas insensibles y perdieron el poder como quizás nunca se imaginaron el pasado 1 de julio. Grupos políticos y económicos amalgamados por una ansiedad ilimitada de riqueza.
Dejaron el tiradero y ahora urge levantarlo. El mexicano, el que forma parte de las mayorías, quiere sentir que va hacia un mejor nivel de vida, pronto. Por eso el gobierno de López Obrador ha decidido ocuparse en lo prioritario, en lo que importa a la gente, en su bienestar. Revertir lo que ha ahondado la injusticia. No será fácil, hay resistencias.
Sin embargo, el nuevo gobierno llegó al poder con más de 30 millones de votos, con la fuerza para hacer los cambios anhelados. Tiene a la mano los instrumentos para avanzar en ese sentido, para ajustar la estructura nacional en diferentes niveles y enfocarla a lo prioritario.
Ya no podrá alegar, como lo hicieron otras administraciones, que los objetivos se frenaron en el poder legislativo. Los morenistas tienen el control de las cámaras federales y locales, el número suficiente para emprender los ajustes que permitan cumplirle al joven de la bicicleta.
Ha dicho bien Andrés Manuel López Obrador, al responderle a ese joven desde la tribuna legislativa del recinto de San Lázaro y con la banda presidencial en el pecho: “no tengo derecho a fallar”.
El Joven de la Bicicleta
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