En contraste con la sucedido en el 2006, en la ceremonia de toma de posesión del 1 de diciembre de 2012 se logró preservar el orden en el salón plenario del recinto legislativo de San Lázaro.
La ejecución de la logística fue milimétrica. Cuidaron los detalles. Cerraron los caminos a cualquier intento de radicales por entorpecer el desarrollo de la sesión de Congreso.
Imposible tomar la tribuna, porque para eso estaban en bloque legisladores y legisladoras priístas. Tampoco era viable acercarse al pasillo central en el momento en que era transitado por el presidente Enrique Peña Nieto. En el caso del mandatario saliente, los panistas se aseguraron de que se desplazara sin contratiempo, al ingresar y retirarse del recinto.
También estuvieron prevenidos para opacar con sus propias manifestaciones de apoyo a los gritos de protesta.
Por eso el enojo de izquierdistas desde el primer momento, al ver que por ninguna parte iban a poder obstruir o cerrarle el paso al titular del poder Ejecutivo.
El presidente de la mesa directiva, Jesús Murillo Karam, cumplió con su responsabilidad parlamentaria al aplicar el reglamento y dejar en claro que la tolerancia era para las dos partes. Por más que intentaron hacer que perdiera la serenidad y la firmeza, no lo consiguieron.
Tampoco en ningún momento asomó nerviosismo.
Hubo pancartas y mantas de inconformes, lanzamiento de billetes con los que acostumbran a jugar los niños, discursos y levantamiento de voz que no trastornaron el acto.
La estrategia funcionó y en mucho tuvieron que ver con ese resultado coordinadores parlamentarios y el presidente de la mesa directiva, así como personal del Estado Mayor Presidencial.
Nada parecido a lo que sucedió en el 2006 en la ceremonia de toma de posesión de Felipe Calderón.
Esta vez el único que desentonó fue el diputado Ricardo Monreal Ávila quien llegó al extremo de afirmar que habían matado a una persona en las protestas afuera del palacio legislativo.
Palabras incendiarias que no son dignas de un legislador y que mínimamente deben llevarlo a ofrecer una disculpa desde la misma tribuna.
Desentonó Ricardo Monreal
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