Al nuevo dirigente del Partido Revolucionario Institucional, Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, lo conocí cuando era senador por Campeche, pero ya sabía de sus historias juveniles que se tejían en su estado natal. Ya se hablaba de su impetuosidad, de sus ansias de escalar posiciones en la política nacional, de su gusto por los vehículos deportivos y la comodidad.
“Alito” deriva de su nombre de pila y así le gustó a sus paisanos llamarlo, quizás porque lo veían muy jovencito cuando quería codearse con los grandes de la política nacional, sentirse grande.
En su etapa como senador, no le recuerdo ninguna intervención en tribuna que haya conmovido a sus compañeros o que haya sido motivo para ocupar un espacio destacado en medios de comunicación.
Presumía de sus amistades, de su cercanía con la familia Slim, sobre todo.
En el Senado procuraba estar cerca del líder de su grupo Manlio Fabio Beltrones, del que seguro aprendió el arte de la negociación, la habilidad para hacer contactos y sumar, aunque después me dio la impresión que se distanció del sonorense. No vi a Manlio cerca del gobernador de Campeche ni de la campaña de “Alito” para dirigir su partido.
Su compañero de batalla en la política, el chiapaneco Manuel Velasco Coello. Los dos convivieron en el Senado. Iban en el mismo vehículo cuando fueron asaltados y les quitaron sus relojes en las Lomas de Chapultepec. Ambos se convirtieron en gobernadores e imaginaron que alguno de ellos podría llegar a competir por la presidencia de la República.
No, la candidatura presidencial no se les hizo. Velasco volvió al Senado, su segunda vez, y suspira por entrar al gabinete de Andrés Manuel López Obrador. Le achacan que tuvo que ver con el despliegue publicitario en revista de sociales sobre la boda de César Yáñez. Trata de encontrar el camino a las alturas de la Cuarta Transformación (4T).
Alejandro Moreno Cárdenas optó por disputar la presidencia priísta y su impetuosidad le permitió lograrla, nada más que su partido está en el peor momento. No tiene el perfil del salvador, tiene cuentas pendientes con sus propios compañeros. En su ambición, no le ha importado hacer a un lado o ignorar a quienes lo han ayudado a subir la escalera.
Es campechano, cordial, amigable. Tendrá que aprender a que no se puede conseguir todo y menos al precio que sea. Le cuestionan su identificación con el gobierno. En estos tiempos, no le queda de otra, tiene que adaptarse a la nueva realidad política, jugar con el marcador, sin ser suicida y sin perder de vista que su misión es rescatar al priísmo.
La impetuosidad de "Alito"
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