Hasta ahora, ninguno de los partidos involucrados ha enterrado la alianza, porque saben que es la mejor opción que tiene el bloque opositor para competir en la elección presidencial de 2024.
Es el argumento de más peso que tiene cada uno de los tres partidos para conservarla. En lo individual, están conscientes, ninguno tendría la fuerza para ganar o recuperar el poder.
Por eso los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD, a pesar de sus diferencias, no dieron por hecho la ruptura.
Alguno de los dirigentes podría ser excluido y, la alianza, si así lo deciden sus respectivas militancias, siempre y cuando cuenten con candidato idóneo, seguiría adelante.
Sería un error que la alianza estuviera sujeta a una persona, porque entonces de origen estaría debilitada y se desbarataría en el momento en que se equivocara o fallara, como ahora sucede con Alejandro Moreno.
El líder priísta no solo tiene la imagen desgastada por su pasado y la exhibida que le han dado los audios, también por la negociación que, por su lado, sin tomar el parecer de los otros partidos, decidió concretar para evitar correr el riesgo de perder su libertad.
Independientemente de que se puede argumentar y justificar la iniciativa para prolongar la presencia de los militares en la calle en materia de seguridad pública hasta el 2028, el hecho es que lo acordó mucho antes de 2024, año fijado por el poder legislativo para el regreso a los cuarteles.
Se apresuró por sus temores y al ver ya constituida la sección instructora de la Cámara de Diputados que le quitaría fuero y pondría a disposición de las autoridades judiciales de Campeche, que lo acusan, entre otras cosas, de haberse enriquecido de manera ilícita.
Negoció una medida que si la hubiera platicado antes con sus pares, quizás los convence de la necesidad de mantener en la calle a los militares, porque todavía no hay ni se ha encontrado otra forma de contener la operación de la delincuencia organizada en el país.
Alejandro Moreno en ningún momento habló del final de la alianza y mucho menos admitió que cedió a presiones del partido en el poder.
Tampoco Marko Cortés del PAN ni Jesús Zambrano del PRD decidieron decirle adiós a la alianza. Prefirieron actuar con cautela y hablar de suspensión, con la esperanza de retomarla, porque la necesitan para los procesos que se avecinan en Coahuila y Estado de México y no se diga para la competencia presidencial de 2024.
Es tal la necesidad de la alianza que estaría por encima de errores y pleitos de los dirigentes.
Ni Alejandro, ni Marko ni Jesús son dueños de sus partidos. Los partidos no pertenecen solo a un hombre o a una mujer, hay mucha gente valiosa en cada instituto como soporte principal.
Por lo pronto, está a la vista que la tercia no le apuesta al rompimiento. Hasta ahora no es parte del discurso priísta y respeta la suspensión decretada por los otros dos. El panista y el perredista optaron por la suspensión, aun cuando tenían razones para tomar una medida más drástica.
Lo que tienen en contra los tres es el reloj electoral, por lo que estarían obligados a una pronta negociación.
Alianza por encima de dirigentes
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