La noche del 1 de julio de 2018 Lorenzo Córdova Vianello estará obligado a dar certeza al país sobre el resultado de la elección presidencial. No puede ni debe titubear o caer en imprecisiones, porque entonces pondría en riesgo la credibilidad del proceso electoral.
Sabe de la importancia y por eso, cada vez que puede, en eventos públicos, habla de la certeza la noche de la elección. Ese día, una vez que haya concluido la votación, la mirada de la sociedad estará enfocada en lo que haga y diga el presidente del INE.
Para nada es tarea menor, deberá de remontar cualquier asomo de nerviosismo, evitar o quitar la sudoración en el rostro. Cuidar el movimiento de manos y la nitidez de cada una de las palabras que pronuncie. Fijar la mirada en las cámaras. Aplomo y precisión.
Asegurarse de que los expertos en obtener los resultados preliminares, hagan trabajo pulcro y excelente. Sin duda alguna sobre la tendencia de las cifras y el nombre del candidato ganador. Quizás sea la prueba más complicada para Lorenzo, está en juego su puesto si falla. Haría bien en repasar los videos de sus antecesores, a partir de la alternancia en el 2000. Medido con la gesticulación, nada de sonrisas que puedan ser mal interpretadas. Serio, imperturbable. Desconectarse del lenguaje de los jefes indios.
Indispensable la escrupulosidad ante un proceso que se espera sea el más disputado en la historia de México. Los indicios son de que se va a cerrar la elección, entre los principales contendientes. El margen de error tendrá que reducirse a la mínima expresión. La sociedad, como ha sucedido en cada contienda presidencial, quiere irse a dormir con el nombre del ganador en su cabeza.
Es indiscutible que el maestro José Woldenberg, como presidente del Instituto Federal Electoral en el 2000, estuvo a la altura de la alternancia. Nadie cuestionó la noche del 2 de julio.
Su certeza desactivó cualquier intento de poner en duda el veredicto de la sociedad expresado a través del voto. Todos los partidos aceptaron el resultado. La alternancia en Los Pinos era un hecho, sin pleitos ni sobresaltos.
Seis años después tocó el turno a Luis Carlos Ugalde. Nadie quedó conforme con su actuación la noche del 2 de julio de 2006. En lugar de certeza, hubo incertidumbre. Historia ampliamente conocida que se dilucidó en la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
En el 2012, la noche de las obligadas certezas la vivió Leonardo Valdés Zurita. No tuvo ningún problema a la hora de dar cifras por la ventaja clara que logró el triunfador.
Para el 2018, el turno es de Lorenzo Córdova. Más le vale mantener los pies sobre la tierra y la fortaleza institucional para resistir cualquier tipo de presión. El menor titubeo, haría rodar su cabeza.
La certeza de Lorenzo
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